EL TEMPERAMENTO DE JESÚS
ENFOQUE CRISTOLÓGICO
¿Cómo era el temperamento, la psicología de Jesús?
En una palabra, Jesús era impecable, es decir, libre de toda
imperfección y mancha moral ante Dios y los hombres. Nadie pudo
sorprenderlo en mentira o falla. Por eso pudo decir: "¿Quién me argüirá
de pecado?". Nadie pudo echarle en cara un pecado. San Pedro así afirmó:
"No hubo pecado en él, ni engaño en su boca" (1 Pedro 2, 22).
Impecable
significa santo. Jesús era santo. Tal convenía que fuese nuestro Sumo
Sacerdote: "Santo, inmaculado, apartado de los pecados" (Hebr. 7, 26).
En todo semejante a nosotros, menos en el pecado.
En el concilio
de Éfeso del siglo IV se afirma que Jesús nunca cometió pecado. Y en el
segundo concilio de Constantinopla se condena a quien diga que Jesús
tuvo pasiones desordenadas carnales. Esta herejía y esta profanación se
ha vuelto a repetir en la famosa película "La última tentación de
Cristo". Esta postura es inaceptable porque en Jesús hay equilibrio
entre el mundo pasional y el racional. El desequilibrio se da en
nosotros, por culpa del pecado original. Pero en Jesús no hubo pecado
original. Nació sin pecado, así lo dijo el ángel a María. Jesús no tenía
tendencia interior al mal, como nosotros. Y las tentaciones del
desierto o la de Getsemaní son tentaciones extrínsecas, es decir, vienen
de fuerzas exteriores, provocadas por el Maligno. Y Jesús las rechaza
al punto, porque en su alma no había complicidad radical alguna con el
mal. El "Apártate, Satanás" tantas veces pronunciado por Jesús, es el
reflejo de la ausencia de complicidad pecaminosa en su interior. Así
Jesús llega a ser el ideal ético de todos los tiempos y de todas las
civilizaciones.
¿Qué decir de esas reacciones fuertes de Jesús?
¿No son accesos de ira y cólera con los vendedores del templo y con la
clase dirigente de entonces? Santidad y perfección moral no significa
tener temperamento flemático, débil, apático, apagado. No. Jesús es un
hombre con energía moral, de temperamento fuerte y apasionado. Y cuando
está en juego la gloria del Padre y la honestidad y honradez no duda en
airarse. No tolera la mentira, la falsedad, la doblez. Se indigna contra
quienes quieren falsear la religión y se creen justos. Podemos
imaginarlo con los ojos llameantes, los labios trémulos y las mejillas
abrasadas, porque "el celo de la casa de su Padre le consume". Jesús no
se queda en medias tintas. Su ira no va contra las personas, sino contra
la actitud hipócrita y doble de esa gente dirigente.
Por
tanto, su semblanza moral estaba enriquecida con estas joyas:
mansedumbre y comprensión, exigencia y fuerza. No se excluyen. Es más,
se complementan. De Él se dijo: "Nadie habló como Él." Detrás de esta
frase se esconde todo el mundo intelectual de Jesús.
¿Cómo
era la inteligencia de aquel que a los doce años dejó boquiabiertos a
los doctores de la ley? ¿Cómo era la inteligencia de aquel que cuando
hablaban todos estaban pendientes de las palabras de gracia que salían
de su boca? ¿Cómo era la inteligencia de quien pronunció el hermoso
discurso o sermón de la montaña, jamás superado por nadie?
La
gente de su tiempo estaba asombrado ante Jesús, hasta el punto de
decir: "¿De dónde le vienen a éste tales cosas y qué sabiduría era esa
que le había sido dada?". Otros decían: "¿Cómo es que sabe letras sin
haberlas aprendido?".
La teología nos dice que Jesús tuvo tres tipos de ciencia:
• 1. Ciencia beatífica intuitiva: por ser Dios, Él veía a Dios cara a cara. Veía todo el pasado, el presente y el futuro. Veía su vida, sus sufrimientos, sus trabajos, su apostolado, su muerte en la cruz, su triunfo en la resurrección. Veía las etapas de la Iglesia con todas las pruebas y vicisitudes. Veía a sus hermanos los hombres, sus avances y tropiezos, sus miserias y grandezas. Y todo esto le causaba un doble sentimiento: por una parte, alegría, por el bien que veía en muchos; y, por otra parte, pena, por el mal que muchos perpetraban a sus semejantes con guerras, crímenes e injusticias.
• 1. Ciencia beatífica intuitiva: por ser Dios, Él veía a Dios cara a cara. Veía todo el pasado, el presente y el futuro. Veía su vida, sus sufrimientos, sus trabajos, su apostolado, su muerte en la cruz, su triunfo en la resurrección. Veía las etapas de la Iglesia con todas las pruebas y vicisitudes. Veía a sus hermanos los hombres, sus avances y tropiezos, sus miserias y grandezas. Y todo esto le causaba un doble sentimiento: por una parte, alegría, por el bien que veía en muchos; y, por otra parte, pena, por el mal que muchos perpetraban a sus semejantes con guerras, crímenes e injusticias.
• 2. Ciencia infusa:
es la ciencia que Dios da a los ángeles y a gente privilegiada, que sin
haber estudiado, saben las cosas porque Dios se las infunde en su
inteligencia y en su espíritu.
• 3. Ciencia adquirida o experimental:
es la ciencia que vamos aprendiendo con el paso de los días,
gradualmente. Así se entiende la frase del evangelio: "El niño crecía en
edad, sabiduría y en gracia delante de Dios y de los hombres". Jesús
era verdadero hombre, por tanto, su conocimiento fue progresivo, como el
conocimiento de todo hombre.
Jesús, pues, tenía una inteligencia
brillante, intuitiva, clara, concreta, basada en la realidad, donde
extraía los datos para su predicación. Era muy observador. Se fijaba en
todo: en los lirios, en los pajarillos, en los campos, en las actitudes
de los hombres. Sus ojos eran como una cámara de fotos.
Psicología y temperamento de Jesús :
¿Cómo era Jesús? Es un hecho: Jesús ha sido, es, y será un personaje
excepcional desde todos los puntos de vista. Ha partido la historia en
dos: antes de Cristo, después de Cristo.
A veces su
modo de obrar es extraño, hasta el punto que sus mismos parientes creen
que "ha perdido el juicio" (Mc 3, 21) y lo quieren llevar a su casa
porque creen que compromete el honor familiar. Los enemigos le acusan de
estar poseído de un espíritu maligno, porque su obrar y doctrina rompen
con los moldes recibidos del ambiente judaico (Mat 12, 24). Otras veces
su conducta parece un poco extraña: hace barro en el suelo con la
saliva y unta los ojos de un ciego; o mete los dedos en los oídos de un
sordo; o escribe con el dedo en el suelo o arroja airado a los
mercaderes del templo.
¿No sufrirá una crisis nerviosa,
no tendrá algún desajuste emocional o psicológico? ¿Quién es éste que
quebranta el sábado, que come y bebe con pecadores? ¿Ha perdido los
estribos?
Un maestro un tanto singular: un maestro que no tenía
lugar físico donde preparar sus clases; no tenía escuela, no llevaba
libros debajo del brazo. Ni casa donde dormir.
¿Qué características podemos entresacar del temperamento de Jesús, a la luz del Evangelio?
• 1. Espíritu equilibrado:
a pesar de que su vida se desarrolló en un ambiente de lucha y
fricción, dado que su mensaje era innovador y chocaba constantemente
contra las clases dirigentes de entonces, que le consideraban intruso,
Jesús les desenmascara terriblemente, con espíritu decidido, costase lo
que costase. Y lo hace con espontaneidad, equilibrio, naturalidad,
sinceridad...pero también con tono y palabras punzantes, con argumentos
contundentes y serenos, hasta el punto que nadie se atreve a echarle
mano (Jn 7, 45). Cuando quisieron sus paisanos despeñarle, con toda
naturalidad pasa en medio de ellos, sin nerviosismo ni excitación. En su
vida no hay bruscas alternativas, ni depresiones nerviosas ni
rectificaciones de conducta o de doctrina. Este equilibrio y serenidad
es reflejo de una armonía y equilibrio de su alma segura y centrada en
torno a una misión superior.
Dice un autor de él:
"Hombre verdaderamente completo, hombre de un tiempo y de una raza
apasionada de la que no rechazó sino las estrecheces de miras y errores.
Tiene sus entusiasmos y sus santas cóleras. En sus desahogos de cólera,
su centro es el celo de su Padre, que es el centro de su alma. Es una
reacción en defensa de los intereses superiores del Reino de Dios. No
busca sus intereses personales.
•2. Espíritu lúcido y voluntad decidida:
lucidez, pues sabía a qué había venido, conocía bien el plan que su
Padre le había trazado. Lúcido en su hablar y predicar. No desvariaba,
no perdía la memoria. Su hablar era coherente, reflexivo y brillante. Y
al mismo tiempo, tenía una voluntad decidida. Nada de blandenguería, ni
voluntad enfermiza o débil. Voluntad decidida, demostrada en términos
tajantes: "Si tu ojo...si tu mano...córtatelos".... "Dejad a los muertos
enterrar a los muertos"...."Dejen todo y síganme". Fue esta voluntad
decidida, la que hizo que algunas veces los apóstoles no se atrevieran a
preguntarle...estaban como sobrecogidos y con temor, a veces. ¡Qué
decisión la de Jesús: "Que nunca salga fruto de ti"!
•3. Fiel a su misión:
por eso rechazó las propuestas de Satanás en el desierto. Por eso
rechazó la propuesta de la gente para hacerle rey temporal. Por eso
rechazó la propuesta de Pedro de quitarle la cruz y el sacrificio. Por
eso, al final de su vida pudo decir: "Todo está cumplido".
•4.
Espíritu sincero y auténtico: en Cristo no cabían las mañas, la
manipulación de la gente, el engaño, las palabras de doble sentido, la
trampa. Por eso, luchó a muerte contra el espíritu doble e hipócrita de
los fariseos, a quienes trató duramente. No aguantaba la mentira. Por
eso dijo: "Vuestra palabra sea sí o no...no se puede servir a dos
señores...la lámpara de tu cuerpo es tu ojo". Jesús no tenía máscaras.
Era transparente: por eso lloraba, sentía tedio y temblor, se
compadecía, se enojaba...No era un estoico. Nada tenía postizo. Por eso,
desenmascara las trampas de los fariseos: "Mostradme el denario...dad
al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".
•5. Espíritu realista, no idealista:
Jamás se oyó decir de Cristo que tuvo éxtasis, es decir, momentos en
que perdía el control de los sentidos, por estar en contacto con el
mundo sobrenatural. Nunca se desconectó del mundo sensible. Nunca estuvo
fuera de sí, como estuvo san Pablo o santa Teresa o san Juan de la
Cruz, a quienes Dios les concedió estas gracias especiales.
Jesús
era realista. Vivía a la intemperie. Nunca estuvo enfermo. Esto nos
demuestra que tuvo un equilibrio orgánico y psíquico a prueba de todo.
Quien anda en éxtasis se siente descoyuntado, molido, con dolores
musculares y orgánicos.
Jesús vivía en la realidad. Y esa realidad
era dura. Tanto que le creaba tensión con su misión: "Tengo que recibir
un bautismo de sangre...las raposas tienen madriguera...vamos a
Jerusalén". Jesús no fue un idealista ni un soñador. Pisa en tierra
firme: "Dadles de comer...estoy conmovido". No es un sonámbulo. No tiene
espasmos nerviosos. No tenía sugestiones ni fanatismos.
Jesús nada tiene de rarezas. Por eso, come, bebe, echa en cara, discute, reza, motiva, llama la atención, se enoja.
Sus
mismas parábolas demuestran este espíritu realista: pescadores
escogiendo los peces buenos; los agricultores sembrando la buena
semilla; los obreros esperando en la plaza el contrato del día; la
reacción de los que trabajaron más contra los más favorecidos; la
preocupación de la mujer que perdió una dracma en la casa; la súplica de
la mujer ante el juez inicuo; los amigos importunos que van de noche a
pedir pan al amigo; el rico que no se preocupa del pobre; los fariseos
que en las plazas hacen todo para ser vistos; la madre que va a dar a
luz; los lirios del campo; los que entran al banquete sin llevar vestido
de etiqueta... ¡Qué ojo tan realista y observador! Nada se le escapa.
Con sus parábolas podríamos reconstruir el medio ambiente social de su
época.
• 6. Espíritu sencillo:
la sencillez es la no complicación ante Dios, los hombres y uno mismo.
Es sinónimo de naturalidad, autenticidad, transparencia. Por eso, en
Jesús encontramos una fluidez en la relación con su Padre. Y en el trato
con los hombres no tenía gestos teatrales, ni tonos altisonantes ni
espectacularidades para halagar a las masas. No clamaba en las plazas.
Su vocabulario era sencillo, natural, simple, imaginativo y plástico.
Nos se iba a la abstracción; nos e andaba por las ramas. No se daba a
logicismos rabínicos eruditos. Natural, sin afectación; natural, sin
rarezas; natural, sin formalismos. Por eso, pedía que los ayunos no se
hiciesen en público, sino en privado.
Por eso, iba a los convites
con gente sencilla e incluso poco recomendable. No se complicaba. No se
hacía líos. No cavilaba. No buscaba dobles intenciones a las cosas. Por
eso, desenmascaraba a los fariseos, porque eran complicados de mente,
retorcidos, maliciosos, malpensados. Todo en Jesús es transparente,
auténtico, sincero: "El ojo debe ser el espejo del corazón". Sencillez.
Sencilla fue la llamada de cada apóstol. Nada de truenos, ni de gritos,
ni de espasmos. Nada de sueños ni de visiones: "Ven y sígueme".
Sencillez. Por eso, todo lo decía de frente sin complicarse. Sencillez.
Por eso, simplificó los 503 preceptos judaicos en uno solo: Amaos.
• 7. Espíritu original e independiente:
A todos considera hermanos, no hay extraños ni extranjeros. Todos somos
hijos del mismo Padre Celestial. En tiempo de Jesús imperaba un
nacionalismo cerrado y de revancha contra el extranjero. Jesús habla de
universalidad, de fraternidad, de unir Oriente y Occidente, donde se
sentarán todos en el mismo banquete.
Por este espíritu de
independencia corrige la interpretación dada a las leyes antiguas,
simplifica todo, perfila, matiza. Todo sonaba nuevo, original: "Dar la
otra mejilla, devolver bien por mal, amar al enemigo, no permitirse ni
siquiera desea a la mujer del prójimo, perdonar, sólo los enfermos
necesitan del médico, buscar lo perdido, lo que sale del corazón eso es
lo que mancha...".
Por este espíritu original, no
promete un mesianismo terreno, político, social, sino espiritual, donde
los pobres, los afligidos, los humildes, los pacíficos, los perseguidos
son quienes tendrán su recompensa. Por eso su doctrina, por ser nueva,
pedía odres nuevos, corazones nuevos, mentes nuevas. Si no, se echaría a
perder el vino de su mensaje.
Original y atrevido.
Se considera superior a la ley, al templo, al sábado, y con toda
independencia y libertad, cambia las antiguas costumbres que eran
intocables: "Habla con una mujer samaritana, come con pecadores, cura a
extranjeros, se encara con esos maestros de la ley, quebranta el sábado
para hacer el bien a los necesitados...".
•7.1 Espíritu de mansedumbre, exento de blandos sentimentalismos:
No ha habido temperamento más comprensivo y condescendiente con el
prójimo que Jesús. Su espíritu de mansedumbre culmina en su silencio, en
su porte digno al ser abofeteado. No es un silencio lleno de miedo e
impotencia; sino un silencio lleno de dominio y contención de las
pasiones irascibles. Jesús es una mezcla de majestad y dulzura. Sabe
condescender sin rebajarse; entregarse sin perder su ascendiente; darse
sin abandonarse.
Su dulzura y mansedumbre no
significaba transigencia y aprobación de situaciones injustas o de
actitudes erradas. Por eso, desenmascara la falsedad, la hipocresía, con
frases duras y cortantes, de las clases dirigentes judaicas. No se alza
contra la autoridad; al contrario, dice a los suyos que sigan sus
instrucciones, pero no su conducta. Vigoroso y suave, suro y
condescendiente. En el equilibrio de ambas tendencias está el carácter
perfecto.
•7.2 Espíritu comprensivo y humano, sin concesiones a la demagogia:
Jesús era intransigente con el pecado e indulgente con el pecador. Ahí
tenemos a Jesús frente a la mujer adúltera (Juan 8, 1s) y frente a esos
judíos que trajeron a esa mujer pública. Fue indulgente con ella, porque
estaba arrepentida, pero fue intransigente con el pecado de la mujer:
"Vete y no peques más". Y fue intransigente con esos judíos: "El que de
vosotros esté sin pecado, arroje la primera piedra".
Ahí tenemos a
Jesús frente a esa mujer samaritana (cf. Juan 4). Jesús le puso ante su
cara el pecado: "Cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es
tu marido". Pero la fue llevando al arrepentimiento. Jesús no tiraba las
piedras contra los pecadores, como hacían los fariseos. Era comprensivo
con la debilidad humana. Pero era intransigente con la mentira, la
hipocresía, la falsedad, la ambición, la comodidad. Por eso no dudó de
hablar duro a Pedro: "Apártate de mí Satanás" cuando Pedro quiso quitar
del plan de Jesús la cruz, lo difícil (Mateo 16, 21-23).
Aún
resuenan las terribles palabras contra la actitud de esos jefes
religiosos: "Fariseos, sepulcros blanqueados, raza de víboras". Daban la
impresión de una virtud interior que no tenían. Comprensivo con el
pecador humilde. Por eso perdonó al buen ladrón (cf. Lucas, 23, 39-43), a
Zaqueo (cf. Lucas 19, 1-10). Pero esta comprensión con la debilidad
humana, estaba muy por encima de la demagogia o condescendencia con las
pasiones bajas de las turbas.
Por eso, no lanza un programa o un
mensaje facilitón, cómodo, de satisfacciones sociales en el orden
terrenal; no promete bienes terrenales, sino persecuciones,
dificultades. Por eso, a los que le siguen les pide renuncias terribles,
negarse a sí mismo, tomar la cruz...amarla a Él más que a sus seres
queridos.
Nada de concesiones a la sensualidad y a la animalidad
del hombre. Primero están los valores del espíritu, que piden ascesis,
trabajo, renuncia. Jesús no halaga, exige. Jesús no cede, exige. No
contemporaliza, exige. Nada de demagogias facilitonas, como hacían otros
mesías. Su mensaje era crudo: cruz, sacrificio, renuncia. Y sin
embargo, era el Pastor que busca esa oveja perdida y cuando la halla, se
alegra, la pone sobre los hombros, hace fiesta. Era ese Médico que
curaba las heridas profundas del corazón de quien se acercaba humilde y
arrepentido. Para ello se necesita tener un corazón noble, grande para
amar y fuerte para luchar.
• 8. Espíritu austero: austero, no al
estilo de Juan Bautista, que huye del mundo y de sus nobles alegrías.
Jesús no es un anacoreta que vive aislado en el desierto, sin más
compañía que la de los chacales. El anacoreta se desconecta de la vida
social, de sus problemas y angustias. La misión de Jesús debía
desarrollarse en el bullicio de las ciudades, conviviendo con sus
conciudadanos y participando de sus preocupaciones. Los monjes
anacoretas tenían este lema: "Huye, reza, llora". Jesús, no. Jesús
quiere santificar la vida social en su propio ambiente, en contacto con
las diversas clases sociales de su tiempo. ¿Dónde está, pues, su
austeridad, si tenía que vivir en medio del mundo?
En
su vida personal había abrazado la más estricta pobreza. No tenía dónde
reposar la cabeza. Tenía otro alimento distinto. Austeridad, como ese
tener lo esencial, vivir con lo esencial; en comida, vivienda y vestido.
Austeridad, como libertad interior. Cuanto menos se tiene, más libre se
siente Jesús.
Su mensaje, por otra parte, exige austeridad,
renuncia: "No acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla
corroe"... "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero...?"...
"Una cosa es necesaria". Pide, pues, austeridad, para desembarazar el
espíritu a fin de que vuele con mayor libertad hacia la santidad. Pide
perder la vida material, para salvar el alma espiritual. Como el
cirujano que amputa un miembro, para el bien del todo. Pide vender todo
lo material para comprar la perla preciosa de su amistad, de su gracia,
de su Reino.
Nada tiene valor para Jesús, sino en función de su
dimensión religiosa y espiritual. Por eso lo material debe ocupar un
lugar secundario en la vida del cristiano. Si no hay renuncia en la
vida, no hay clima propicio para el desarrollo de los valores
espirituales. Su mensaje, por tanto, supone un programa de renuncia. No
nos hagamos ilusiones: para entrar en el Reino de los cielos hay que
desprendernos. La austeridad nos ayuda a elevar la mirada a las cosas de
arriba, y a desprendernos de las cosas, afectivamente, primero, y
efectivamente, después.
• 9. Espíritu razonablemente afectivo:
la actitud de austeridad y desprendimiento ante la vida en Jesús no
está reñida con un temperamento afectivo, cálido, cordial. Austeridad no
significa adustez, insensibilidad, frialdad en el trato con los demás.
La austeridad regula esa tendencia de todo hombre a tener más de lo
necesario. La afectividad es una cualidad que todo hombre tiene que
desarrollar en el marco de un equilibrio, y que le hacer ser más hombre.
¿Cómo
demostró Cristo su afectividad? En los Evangelios se nos habla de su
predilección por los niños, símbolo del candor y humildad, necesarios
para entrar en el Reino. Con sus apóstoles fue afectuoso y el Evangelio
no esconde que Jesús tuvo predilección con algunos: Pedro, Santiago y
Juan. A pesar de la rudeza de aquellos pescadores, Jesús tuvo detalles
de delicadeza y afectividad: cuando les vio cansados, los llevó a la
otra orilla a pasar un fin de semana.
En la Última Cena los llama: "hijitos míos" y les deja el testamento del amor, como sello de su pertenencia. Les lava los pies.
Cuando
les manda al apostolado se preocupa de que no les falte nada. Fue
compañero de fatigas y sinsabores, de alegrías y sobresaltos de esos
doce íntimos. Con ellos desarrolló una afectividad sana, equilibrada y
orientada al bien. La afectividad unida a la amistad crea lazos
irrompibles, estrechos y duraderos. Hoy diríamos: "Jesús tenía corazón".
Esto es la afectividad.
Las lágrimas que Jesús derramó
en varias ocasiones demuestran que Jesús no era una persona adusta o
insensible, sino, al contrario, con una capacidad de afectividad fina.
Le dolía que no le aceptaran como Mesías. Le dolía la suerte de su
pueblo. Le dolía la injusticia, la explotación, el sufrimiento de su
gente. Le dolía la ingratitud. Le dolía la terquedad de algunos.
CONCLUSIÓN
Hemos
visto todo un mosaico de virtudes en Jesús. Virtudes en plena armonía,
que forman la rica personalidad de Cristo, su mundo psicológico y
afectivo. Estas virtudes las vivió Jesús de un modo sereno, límpido,
natural, sin tensiones. Cristo representa el equilibrio, el ideal más
puro de la Humanidad. A Él tenemos que mirar todos, por ser el Camino,
la Verdad y el Modelo
A modo de conclusión, hagamos un breve resumen de cuanto se ha dicho: ¿Cómo era Jesús?
• 1. Ante su Padre: obediente, agradecido, atento, solícito, amoroso, delicado, respetuoso.
• 2. Ante los hombres:
Demuestra un gran interés por el hombre, por cada hombre. Le ama con
compasión, le habla con sencillez, le corrige con bondad y con exigencia
amorosa para que se convierta; le urge la conversión del hombre. Quiere
hacerle salir de su reducido mundo, abrirle horizontes, darle alas para
que comprenda lo que es, lo que puede ser.
Desea hacerle superar
lo inmediato para que vea lo profundo de su vida y de su actuación. Usa
términos absolutos: nadie, todos, perderse, salvarse; no se queda en las
ramas, va a las raíces (Mc 8, 35; Mc 9, 43-44). Utiliza las narraciones
o parábolas para iluminar las actitudes que el hombre debe tener en su
vida, para enseñarle cómo debe actuar para ser mejor: el sembrador y su
cosecha (Mt 13), obrero y trabajo (Mt 20, 1-16), servidor y señor (Lc
12, 45-47), ladrón (Lc 12, 39), padre e hijo (Lc 15, 11-32),
administrador y el rico (Lc 16, 1-8); rico y pobre (Lc 16, 19-31),
negociantes y casas de préstamo (Lc 19, 12-23), invitados a la boda (Lc
14, 8-12), gobernantes y súbditos (Mt 20, 25). También usaba paradojas y
enigmas para hacerle pensar al hombre, animarle a buscar. Emplea el
género apocalíptico para recordar la inseguridad del hombre, el juicio
al está sometido, la soberanía de Dios, su paciente espera, su justicia,
la maldad del pecado, la necesidad de estar vigilante (Mt 24, 36; 24,
27-28; Mt 25). ¿Desde dónde enseña al hombre? Cualquier parte es
púlpito: plazas, caminos, a orillas del lago, sinagoga, banquetes,
templo, etc. ¿Cómo enseña? Con autoridad, con decisión, con paciencia y
bondad.
• 3. Ante las cosas: amor y respeto por la naturaleza. Se ha fijado en todo:
pájaros (Lc 9, 58; 12,6), los cuervos (Lc 12, 24), los lirios (Lc 12,
27), la hierba del campo (Lc 12, 28; Mt 6, 30), las vides y los
sarmientos (Jn 15), las uvas y los espinos, los higos y los cardos (Mt
7, 16), los juncos y hierbas agitados por el viento (Lc 7, 24), las
nubes en el cielo (Lc 12, 54), el viento (Jn 3, 80), la gallina (Lc 13,
34). Y todas las cosas las relaciona con el Padre, con el mundo
espiritual. Todo es huella de Dios. Tiene en cuenta los hechos sociales,
civiles y religiosos, cotidianos. Utiliza símbolos que transportan a
una realidad profunda: sal, luz, candil, perfume, polilla, carcoma,
viga, perla, roca, río, viento, casa, red, tesoro, grano de mostaza,
grano de trigo, cizaña, etc. Todo le servía a predicar su mensaje
divino. Jesús se da cuenta de las relaciones humanas, comerciales,
políticas y religiosas, que se dan en la sociedad en que vive.
(Estimadas niñas pegar esta guía de estudio en su cuaderno).
ENFOQUE CRISTOLÓGICO
TEMAS
-Jesús, nuestro ejemplo de vida.
- Las virtudes en la enseñanza de Jesús.
-La vida moral y la vida eterna
LOGRO E INDICADORES
3. IDENTIFICAR A
CRISTO COMO EL FUNDAMENTO DE LA MORAL CRISTIANA.
3.1. Identifica las
actitudes del maestro que han de ser observadas
por el discípulo.
3.2. Identifica la forma como Jesús
plantea y resuelve los dilemas morales,
tanto en el método como en el
contenido de su enseñanza.
3.3. Identifica los problemas humanos de orden
ético, a los cuales responde Jesús y los problemas morales que Él hace descubrir a sus oyentes. Realiza auto y
coevaluación.
PLAN DE MEJORA
Para recuperar este periodo
la estudiante debe elaborar un friso sobre los problemas morales actuales y
cómo afrontarlos desde el Evangelio. Debe sustentar mediante exposición.