domingo, 26 de julio de 2009

EL REINO Y EL PODER

Actitud de Jesús frente conflicto religioso
*La última diferencia entre el Reino de Dios y el reino de Satanás se refiere al poder. Sociedad y poder son inseparables. Toda sociedad ha de tener una estructura, y ésta siempre tendrá algo que ver con el poder.
*El problema del poder y de las estructuras de poder (quién tiene poder sobre quién, y quién puede decidir por quién y sobre qué) es lo que hoy llamamos política.
*En tiempos de Jesús, la política era, ante todo, cuestión de determinar quién debía ser rey. El poder era, en primerísimo lugar, realeza.
*En castellano podemos distinguir entre realeza y reino porque poseemos dos diferentes substantivos abstractos derivados de la palabra rey.
*Pero en griego, hebreo y arameo, esto es inconcebible. La palabra griega basileia significa a un tiempo realeza y reino. El poder del rey y el dominio del rey han de ser pensados como un solo concepto.
*Es preciso que caigamos en la cuenta de que la venida de la basileia de Dios significa también la venida del poder político de Dios.
*Jesús profetizaba que el poder político divino del futuro estaría en manos de los pobres y los pequeños:
*Bienaventurados vosotros, los pobres, porque de vosotros es la basileia de Dios (Lc 6, 20).
*Yo os confiero la Basileia... Os sentaréis en tronos para juzgar...
(Lc 22, 29-30).
*Tranquilizaos, pequeño rebaño, porque vuestro Padre determinó daros la basileia (Lc 12, 32).
Todo esto forma parte de la idea general de que los ricos y poderosos serán humillados hasta el fondo, mientras los pobres serán exaltados hasta lo más alto.
El (Dios) derriba del tronó a los poderosos y exalta a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacío.
(Lc 1, 52-53)
Bienaventurados vosotros, los pobres... ¡Ay de vosotros, los ricos. . .!
(Lc 6, 20-24).
A todo el que se encumbre lo abajarán, y al que se abaje lo encumbrarán.
(Lc 14, 11).
*En el Reino de Dios, el poder será totalmente diferente del poder que se ejerce en el reino de Satanás.
*El poder de Satanás es el poder de la dominación y la opresión; mientras que el poder de Dios es el poder del servicio y la libertad.
*Todos los reinos y naciones de este mundo son gobernados por el poder de la dominación y la fuerza.
*La estructura del Reino de Dios vendrá determinada por el poder del servicio espontáneo y amoroso que las personas se presten unas a otras.
Jesús lo expresaba del siguiente modo:
Sabéis que los que figuran como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen; pero no ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que quiera subir, sea servidor vuestro, y el que quiera ser el primero, sea el esclavo de todos, porque tampoco el Hijo del nombre ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos. (Mc 10,42-45; cf. textos paralelos y Mc 9, 35).
No hay que confundir los dos modos totalmente diferentes en que pueden entenderse y ejercerse la autoridad y el poder.
*La diferencia entre ambos es la diferencia que existe entre dominación y servicio. El poder de esa nueva sociedad no es un poder que haya de ser servido, un poder ante el cual el hombre debe inclinarse y hacer lisonjas, sino que es el poder que tiene una enorme influencia en la vida de los hombres porque está a su servicio. Es el poder que es tan desinteresado que es capaz de servir a los hombres incluso muriendo por ellos.
*Es interesante el hecho de que Jesús caracterice el poder de dominación como típico de los gobernantes gentiles (los jefes de los pueblos).
Es posible que estuviera pensando en César y en Poncio Pilato, así como en los reyes «gentiles» que, a lo largo de las Escrituras, se identifican como opresores de los judíos, especialmente los gobernantes de los grandes imperios, a quienes Daniel describe como bestias inhumanas (7,2-7,17).
*Pero Jesús era perfectamente consciente del hecho de que los judíos también podían ser opresores.
También era consciente de que la mayor parte de los líderes judíos -los sumos sacerdotes, los ancianos, los escribas y los Fariseos eran opresores.
*No tenían los arbitrarios poderes de los reyes y los príncipes, pero sí un poder que les permitía dominar y oprimir: la ley.
La ley la constituían las normas y reglas transmitidas al pueblo judío tanto a través de la palabra escrita de la Escritura como a través de la tradición oral de los escribas.
*Jesús no se oponía a la ley en cuanto tal, sino al modo de usar la ley, a la actitud del pueblo con respecto a la ley. Los escribas y Fariseos habían convertido la ley en una carga, cuando se suponía que debería ser un servicio:
Lían fardos pesados y los cargan en las espaldas de los demás, mientras ellos no quieren empujarlos ni con un dedo (Mt 23, 4).
El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado (Mc 2, 27).

*Los escribas habían convertido el sábado, como tantas otras leyes, en una carga insoportable. Empleaban el sábado contra el hombre, en lugar de emplearlo en favor del hombre.
*Tenemos aquí, como se ve, dos diferentes actitudes ante la ley, dos distintas opiniones acerca de su finalidad y, consiguientemente, dos diversas formas de usarla.
*La actitud de los escribas conducía, al legalismo, a la hipocresía y al dolor.
*La actitud de Jesús, por el contrario conducía a la tolerancia en todos aquellos casos en que las necesidades del hombre chocaran con la observancia de la ley, y al rigor siempre que éste sirviera mejor a las necesidades del hombre. La ley estaba hecha para el hombre, no el hombre para servir a la ley y humillarse ante ella.
El sábado, por ejemplo, había sido concebido para liberar al hombre del peso del trabajo y para que pudiera descansar. Pero no había sido concebido para impedir al hombre hacer el bien, para impedirle curar o salvar la vida (Mc 3,4; Mt 12,11-12; Lc 13, 15-16), ni para impedirle que comiera cuando tenía hambre (Mc 2, 23-26,).
*Jesús no se consideraba a sí mismo un legislador. No quiso abolir la Ley Mosaica (Mt 5,17-18) con objeto de promulgar una nueva ley o acabar con todo tipo de leyes.
*Tampoco quiso añadir, quitar o corregir una sola letra o un solo acento de la ley (Mt 5,18). Lo que Jesús quería hacer era dar a la ley su cumplimiento, es decir, tratar de que la ley desempeñara el papel que Dios le había asignado, que cumpliera su finalidad (Mt 5, 18).
*Los escribas y Fariseos explotaba la ley para sus propios propósitos egoístas, destruyendo con ello la finalidad de la ley en sí misma. *Habían hecho de la ley un poder opresor.
*Los dirigentes y los hombres instruidos del tiempo de Jesús eran los primeros que se habían esclavizado con respecto a la ley.
*Jesús deseaba liberar a todos de la ley, de todas las leyes Pero esto no podía conseguirse aboliendo o cambiando la ley Lo que había que hacer era destronar a la ley. Jesús tenía que asegurarse de que la ley fuera servidora del hombre, y no su dueña (Mc 2, 2-28).
*El hombre, por consiguiente, debe responsabilizarse de su poder y la ley para servir a las necesidades de la humanidad.
*Lo cual es totalmente diferente del libertinaje, el desorden o la tolerancia irresponsable.
*Jesús relativizaba a ley para que pudiera alcanzarse su verdadera finalidad.
*En la estructura política del Reino de Dios, por lo tanto el poder, la autoridad y la ley serán puramente funcionales lo único que harán será expresar las medidas necesarias para que los hombres se sirvan mutuamente de un modo voluntario y eficaz.
*Todo tipo de dominación y toda forma de esclavitud habrán sido abolidos «Porque os digo que si vuestra fidelidad (cumplimiento de la ley) no sobrepasa a la de los escribas y Fariseos no entrarán nunca en el Reino de Dios» (Mc 5, 20).

Síntesis del PROFESOR: RICARDO RAMÍREZ PARDO
Bibliografía: Albert Nolan, Jesús antes del cristianismo. Pg 92-97
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domingo, 19 de julio de 2009

TEMPERAMENTO DE JESUS - TERCER BIMESTRE - ENFOQUE CRISTOLÓGICO

ENFOQUE CRISTOLÓGICO
¿Cómo era el temperamento, la psicología de Jesús? En una palabra, Jesús era impecable, es decir, libre de toda imperfección y mancha moral ante Dios y los hombres. Nadie pudo sorprenderlo en mentira o falla. Por eso pudo decir: "¿Quién me argüirá de pecado?". Nadie pudo echarle en cara un pecado. San Pedro así afirmó: "No hubo pecado en él, ni engaño en su boca" (1 Pedro 2, 22).
Impecable significa santo. Jesús era santo. Tal convenía que fuese nuestro Sumo Sacerdote: "Santo, inmaculado, apartado de los pecados" (Hebr. 7, 26). En todo semejante a nosotros, menos en el pecado.
En el concilio de Éfeso del siglo IV se afirma que Jesús nunca cometió pecado. Y en el segundo concilio de Constantinopla se condena a quien diga que Jesús tuvo pasiones desordenadas carnales. Esta herejía y esta profanación se ha vuelto a repetir en la famosa película "La última tentación de Cristo". Esta postura es inaceptable porque en Jesús hay equilibrio entre el mundo pasional y el racional. El desequilibrio se da en nosotros, por culpa del pecado original. Pero en Jesús no hubo pecado original. Nació sin pecado, así lo dijo el ángel a María. Jesús no tenía tendencia interior al mal, como nosotros. Y las tentaciones del desierto o la de Getsemaní son tentaciones extrínsecas, es decir, vienen de fuerzas exteriores, provocadas por el Maligno. Y Jesús las rechaza al punto, porque en su alma no había complicidad radical alguna con el mal. El "Apártate, Satanás" tantas veces pronunciado por Jesús, es el reflejo de la ausencia de complicidad pecaminosa en su interior. Así Jesús llega a ser el ideal ético de todos los tiempos y de todas las civilizaciones.

¿Qué decir de esas reacciones fuertes de Jesús? ¿No son accesos de ira y cólera con los vendedores del templo y con la clase dirigente de entonces? Santidad y perfección moral no significa tener temperamento flemático, débil, apático, apagado. No. Jesús es un hombre con energía moral, de temperamento fuerte y apasionado. Y cuando está en juego la gloria del Padre y la honestidad y honradez no duda en airarse. No tolera la mentira, la falsedad, la doblez. Se indigna contra quienes quieren falsear la religión y se creen justos. Podemos imaginarlo con los ojos llameantes, los labios trémulos y las mejillas abrasadas, porque "el celo de la casa de su Padre le consume". Jesús no se queda en medias tintas. Su ira no va contra las personas, sino contra la actitud hipócrita y doble de esa gente dirigente.

Por tanto, su semblanza moral estaba enriquecida con estas joyas: mansedumbre y comprensión, exigencia y fuerza. No se excluyen. Es más, se complementan. De Él se dijo: "Nadie habló como Él." Detrás de esta frase se esconde todo el mundo intelectual de Jesús.

¿Cómo era la inteligencia de aquel que a los doce años dejó boquiabiertos a los doctores de la ley? ¿Cómo era la inteligencia de aquel que cuando hablaban todos estaban pendientes de las palabras de gracia que salían de su boca? ¿Cómo era la inteligencia de quien pronunció el hermoso discurso o sermón de la montaña, jamás superado por nadie?

La gente de su tiempo estaba asombrado ante Jesús, hasta el punto de decir: "¿De dónde le vienen a éste tales cosas y qué sabiduría era esa que le había sido dada?". Otros decían: "¿Cómo es que sabe letras sin haberlas aprendido?".

La teología nos dice que Jesús tuvo tres tipos de ciencia:• 1. Ciencia beatífica intuitiva: por ser Dios, Él veía a Dios cara a cara. Veía todo el pasado, el presente y el futuro. Veía su vida, sus sufrimientos, sus trabajos, su apostolado, su muerte en la cruz, su triunfo en la resurrección. Veía las etapas de la Iglesia con todas las pruebas y vicisitudes. Veía a sus hermanos los hombres, sus avances y tropiezos, sus miserias y grandezas. Y todo esto le causaba un doble sentimiento: por una parte, alegría, por el bien que veía en muchos; y, por otra parte, pena, por el mal que muchos perpetraban a sus semejantes con guerras, crímenes e injusticias.
• 2. Ciencia infusa: es la ciencia que Dios da a los ángeles y a gente privilegiada, que sin haber estudiado, saben las cosas porque Dios se las infunde en su inteligencia y en su espíritu.
• 3. Ciencia adquirida o experimental: es la ciencia que vamos aprendiendo con el paso de los días, gradualmente. Así se entiende la frase del evangelio: "El niño crecía en edad, sabiduría y en gracia delante de Dios y de los hombres". Jesús era verdadero hombre, por tanto, su conocimiento fue progresivo, como el conocimiento de todo hombre.
Jesús, pues, tenía una inteligencia brillante, intuitiva, clara, concreta, basada en la realidad, donde extraía los datos para su predicación. Era muy observador. Se fijaba en todo: en los lirios, en los pajarillos, en los campos, en las actitudes de los hombres. Sus ojos eran como una cámara de fotos.

Psicología y temperamento de Jesús : ¿Cómo era Jesús? Es un hecho: Jesús ha sido, es, y será un personaje excepcional desde todos los puntos de vista. Ha partido la historia en dos: antes de Cristo, después de Cristo.

A veces su modo de obrar es extraño, hasta el punto que sus mismos parientes creen que "ha perdido el juicio" (Mc 3, 21) y lo quieren llevar a su casa porque creen que compromete el honor familiar. Los enemigos le acusan de estar poseído de un espíritu maligno, porque su obrar y doctrina rompen con los moldes recibidos del ambiente judaico (Mat 12, 24). Otras veces su conducta parece un poco extraña: hace barro en el suelo con la saliva y unta los ojos de un ciego; o mete los dedos en los oídos de un sordo; o escribe con el dedo en el suelo o arroja airado a los mercaderes del templo.

¿No sufrirá una crisis nerviosa, no tendrá algún desajuste emocional o psicológico? ¿Quién es éste que quebranta el sábado, que come y bebe con pecadores? ¿Ha perdido los estribos?
Un maestro un tanto singular: un maestro que no tenía lugar físico donde preparar sus clases; no tenía escuela, no llevaba libros debajo del brazo. Ni casa donde dormir.
¿Qué características podemos entresacar del temperamento de Jesús, a la luz del Evangelio?
• 1. Espíritu equilibrado: a pesar de que su vida se desarrolló en un ambiente de lucha y fricción, dado que su mensaje era innovador y chocaba constantemente contra las clases dirigentes de entonces, que le consideraban intruso, Jesús les desenmascara terriblemente, con espíritu decidido, costase lo que costase. Y lo hace con espontaneidad, equilibrio, naturalidad, sinceridad...pero también con tono y palabras punzantes, con argumentos contundentes y serenos, hasta el punto que nadie se atreve a echarle mano (Jn 7, 45). Cuando quisieron sus paisanos despeñarle, con toda naturalidad pasa en medio de ellos, sin nerviosismo ni excitación. En su vida no hay bruscas alternativas, ni depresiones nerviosas ni rectificaciones de conducta o de doctrina. Este equilibrio y serenidad es reflejo de una armonía y equilibrio de su alma segura y centrada en torno a una misión superior.

Dice un autor de él: "Hombre verdaderamente completo, hombre de un tiempo y de una raza apasionada de la que no rechazó sino las estrecheces de miras y errores. Tiene sus entusiasmos y sus santas cóleras. En sus desahogos de cólera, su centro es el celo de su Padre, que es el centro de su alma. Es una reacción en defensa de los intereses superiores del Reino de Dios. No busca sus intereses personales.
•2. Espíritu lúcido y voluntad decidida: lucidez, pues sabía a qué había venido, conocía bien el plan que su Padre le había trazado. Lúcido en su hablar y predicar. No desvariaba, no perdía la memoria. Su hablar era coherente, reflexivo y brillante. Y al mismo tiempo, tenía una voluntad decidida. Nada de blandenguería, ni voluntad enfermiza o débil. Voluntad decidida, demostrada en términos tajantes: "Si tu ojo...si tu mano...córtatelos".... "Dejad a los muertos enterrar a los muertos"...."Dejen todo y síganme". Fue esta voluntad decidida, la que hizo que algunas veces los apóstoles no se atrevieran a preguntarle...estaban como sobrecogidos y con temor, a veces. ¡Qué decisión la de Jesús: "Que nunca salga fruto de ti"!

•3. Fiel a su misión: por eso rechazó las propuestas de Satanás en el desierto. Por eso rechazó la propuesta de la gente para hacerle rey temporal. Por eso rechazó la propuesta de Pedro de quitarle la cruz y el sacrificio. Por eso, al final de su vida pudo decir: "Todo está cumplido".
•4. Espíritu sincero y auténtico: en Cristo no cabían las mañas, la manipulación de la gente, el engaño, las palabras de doble sentido, la trampa. Por eso, luchó a muerte contra el espíritu doble e hipócrita de los fariseos, a quienes trató duramente. No aguantaba la mentira. Por eso dijo: "Vuestra palabra sea sí o no...no se puede servir a dos señores...la lámpara de tu cuerpo es tu ojo". Jesús no tenía máscaras. Era transparente: por eso lloraba, sentía tedio y temblor, se compadecía, se enojaba...No era un estoico. Nada tenía postizo. Por eso, desenmascara las trampas de los fariseos: "Mostradme el denario...dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".

•5. Espíritu realista, no idealista: Jamás se oyó decir de Cristo que tuvo éxtasis, es decir, momentos en que perdía el control de los sentidos, por estar en contacto con el mundo sobrenatural. Nunca se desconectó del mundo sensible. Nunca estuvo fuera de sí, como estuvo san Pablo o santa Teresa o san Juan de la Cruz, a quienes Dios les concedió estas gracias especiales.
Jesús era realista. Vivía a la intemperie. Nunca estuvo enfermo. Esto nos demuestra que tuvo un equilibrio orgánico y psíquico a prueba de todo. Quien anda en éxtasis se siente descoyuntado, molido, con dolores musculares y orgánicos.
Jesús vivía en la realidad. Y esa realidad era dura. Tanto que le creaba tensión con su misión: "Tengo que recibir un bautismo de sangre...las raposas tienen madriguera...vamos a Jerusalén". Jesús no fue un idealista ni un soñador. Pisa en tierra firme: "Dadles de comer...estoy conmovido". No es un sonámbulo. No tiene espasmos nerviosos. No tenía sugestiones ni fanatismos.
Jesús nada tiene de rarezas. Por eso, come, bebe, echa en cara, discute, reza, motiva, llama la atención, se enoja.
Sus mismas parábolas demuestran este espíritu realista: pescadores escogiendo los peces buenos; los agricultores sembrando la buena semilla; los obreros esperando en la plaza el contrato del día; la reacción de los que trabajaron más contra los más favorecidos; la preocupación de la mujer que perdió una dracma en la casa; la súplica de la mujer ante el juez inicuo; los amigos importunos que van de noche a pedir pan al amigo; el rico que no se preocupa del pobre; los fariseos que en las plazas hacen todo para ser vistos; la madre que va a dar a luz; los lirios del campo; los que entran al banquete sin llevar vestido de etiqueta... ¡Qué ojo tan realista y observador! Nada se le escapa. Con sus parábolas podríamos reconstruir el medio ambiente social de su época.
• 6. Espíritu sencillo: la sencillez es la no complicación ante Dios, los hombres y uno mismo. Es sinónimo de naturalidad, autenticidad, transparencia. Por eso, en Jesús encontramos una fluidez en la relación con su Padre. Y en el trato con los hombres no tenía gestos teatrales, ni tonos altisonantes ni espectacularidades para halagar a las masas. No clamaba en las plazas. Su vocabulario era sencillo, natural, simple, imaginativo y plástico. Nos se iba a la abstracción; nos e andaba por las ramas. No se daba a logicismos rabínicos eruditos. Natural, sin afectación; natural, sin rarezas; natural, sin formalismos. Por eso, pedía que los ayunos no se hiciesen en público, sino en privado.
Por eso, iba a los convites con gente sencilla e incluso poco recomendable. No se complicaba. No se hacía líos. No cavilaba. No buscaba dobles intenciones a las cosas. Por eso, desenmascaraba a los fariseos, porque eran complicados de mente, retorcidos, maliciosos, malpensados. Todo en Jesús es transparente, auténtico, sincero: "El ojo debe ser el espejo del corazón". Sencillez. Sencilla fue la llamada de cada apóstol. Nada de truenos, ni de gritos, ni de espasmos. Nada de sueños ni de visiones: "Ven y sígueme". Sencillez. Por eso, todo lo decía de frente sin complicarse. Sencillez. Por eso, simplificó los 503 preceptos judaicos en uno solo: Amaos.
• 7. Espíritu original e independiente: A todos considera hermanos, no hay extraños ni extranjeros. Todos somos hijos del mismo Padre Celestial. En tiempo de Jesús imperaba un nacionalismo cerrado y de revancha contra el extranjero. Jesús habla de universalidad, de fraternidad, de unir Oriente y Occidente, donde se sentarán todos en el mismo banquete.
Por este espíritu de independencia corrige la interpretación dada a las leyes antiguas, simplifica todo, perfila, matiza. Todo sonaba nuevo, original: "Dar la otra mejilla, devolver bien por mal, amar al enemigo, no permitirse ni siquiera desea a la mujer del prójimo, perdonar, sólo los enfermos necesitan del médico, buscar lo perdido, lo que sale del corazón eso es lo que mancha...".

Por este espíritu original, no promete un mesianismo terreno, político, social, sino espiritual, donde los pobres, los afligidos, los humildes, los pacíficos, los perseguidos son quienes tendrán su recompensa. Por eso su doctrina, por ser nueva, pedía odres nuevos, corazones nuevos, mentes nuevas. Si no, se echaría a perder el vino de su mensaje.

Original y atrevido. Se considera superior a la ley, al templo, al sábado, y con toda independencia y libertad, cambia las antiguas costumbres que eran intocables: "Habla con una mujer samaritana, come con pecadores, cura a extranjeros, se encara con esos maestros de la ley, quebranta el sábado para hacer el bien a los necesitados...".
•7.1 Espíritu de mansedumbre, exento de blandos sentimentalismos: No ha habido temperamento más comprensivo y condescendiente con el prójimo que Jesús. Su espíritu de mansedumbre culmina en su silencio, en su porte digno al ser abofeteado. No es un silencio lleno de miedo e impotencia; sino un silencio lleno de dominio y contención de las pasiones irascibles. Jesús es una mezcla de majestad y dulzura. Sabe condescender sin rebajarse; entregarse sin perder su ascendiente; darse sin abandonarse.

Su dulzura y mansedumbre no significaba transigencia y aprobación de situaciones injustas o de actitudes erradas. Por eso, desenmascara la falsedad, la hipocresía, con frases duras y cortantes, de las clases dirigentes judaicas. No se alza contra la autoridad; al contrario, dice a los suyos que sigan sus instrucciones, pero no su conducta. Vigoroso y suave, suro y condescendiente. En el equilibrio de ambas tendencias está el carácter perfecto.
•7.2 Espíritu comprensivo y humano, sin concesiones a la demagogia: Jesús era intransigente con el pecado e indulgente con el pecador. Ahí tenemos a Jesús frente a la mujer adúltera (Juan 8, 1s) y frente a esos judíos que trajeron a esa mujer pública. Fue indulgente con ella, porque estaba arrepentida, pero fue intransigente con el pecado de la mujer: "Vete y no peques más". Y fue intransigente con esos judíos: "El que de vosotros esté sin pecado, arroje la primera piedra".
Ahí tenemos a Jesús frente a esa mujer samaritana (cf. Juan 4). Jesús le puso ante su cara el pecado: "Cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido". Pero la fue llevando al arrepentimiento. Jesús no tiraba las piedras contra los pecadores, como hacían los fariseos. Era comprensivo con la debilidad humana. Pero era intransigente con la mentira, la hipocresía, la falsedad, la ambición, la comodidad. Por eso no dudó de hablar duro a Pedro: "Apártate de mí Satanás" cuando Pedro quiso quitar del plan de Jesús la cruz, lo difícil (Mateo 16, 21-23).

Aún resuenan las terribles palabras contra la actitud de esos jefes religiosos: "Fariseos, sepulcros blanqueados, raza de víboras". Daban la impresión de una virtud interior que no tenían. Comprensivo con el pecador humilde. Por eso perdonó al buen ladrón (cf. Lucas, 23, 39-43), a Zaqueo (cf. Lucas 19, 1-10). Pero esta comprensión con la debilidad humana, estaba muy por encima de la demagogia o condescendencia con las pasiones bajas de las turbas.
Por eso, no lanza un programa o un mensaje facilitón, cómodo, de satisfacciones sociales en el orden terrenal; no promete bienes terrenales, sino persecuciones, dificultades. Por eso, a los que le siguen les pide renuncias terribles, negarse a sí mismo, tomar la cruz...amarla a Él más que a sus seres queridos.
Nada de concesiones a la sensualidad y a la animalidad del hombre. Primero están los valores del espíritu, que piden ascesis, trabajo, renuncia. Jesús no halaga, exige. Jesús no cede, exige. No contemporaliza, exige. Nada de demagogias facilitonas, como hacían otros mesías. Su mensaje era crudo: cruz, sacrificio, renuncia. Y sin embargo, era el Pastor que busca esa oveja perdida y cuando la halla, se alegra, la pone sobre los hombros, hace fiesta. Era ese Médico que curaba las heridas profundas del corazón de quien se acercaba humilde y arrepentido. Para ello se necesita tener un corazón noble, grande para amar y fuerte para luchar.
• 8. Espíritu austero: austero, no al estilo de Juan Bautista, que huye del mundo y de sus nobles alegrías. Jesús no es un anacoreta que vive aislado en el desierto, sin más compañía que la de los chacales. El anacoreta se desconecta de la vida social, de sus problemas y angustias. La misión de Jesús debía desarrollarse en el bullicio de las ciudades, conviviendo con sus conciudadanos y participando de sus preocupaciones. Los monjes anacoretas tenían este lema: "Huye, reza, llora". Jesús, no. Jesús quiere santificar la vida social en su propio ambiente, en contacto con las diversas clases sociales de su tiempo. ¿Dónde está, pues, su austeridad, si tenía que vivir en medio del mundo?

En su vida personal había abrazado la más estricta pobreza. No tenía dónde reposar la cabeza. Tenía otro alimento distinto. Austeridad, como ese tener lo esencial, vivir con lo esencial; en comida, vivienda y vestido. Austeridad, como libertad interior. Cuanto menos se tiene, más libre se siente Jesús.
Su mensaje, por otra parte, exige austeridad, renuncia: "No acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla corroe"... "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero...?"... "Una cosa es necesaria". Pide, pues, austeridad, para desembarazar el espíritu a fin de que vuele con mayor libertad hacia la santidad. Pide perder la vida material, para salvar el alma espiritual. Como el cirujano que amputa un miembro, para el bien del todo. Pide vender todo lo material para comprar la perla preciosa de su amistad, de su gracia, de su Reino.
Nada tiene valor para Jesús, sino en función de su dimensión religiosa y espiritual. Por eso lo material debe ocupar un lugar secundario en la vida del cristiano. Si no hay renuncia en la vida, no hay clima propicio para el desarrollo de los valores espirituales. Su mensaje, por tanto, supone un programa de renuncia. No nos hagamos ilusiones: para entrar en el Reino de los cielos hay que desprendernos. La austeridad nos ayuda a elevar la mirada a las cosas de arriba, y a desprendernos de las cosas, afectivamente, primero, y efectivamente, después.

• 9. Espíritu razonablemente afectivo: la actitud de austeridad y desprendimiento ante la vida en Jesús no está reñida con un temperamento afectivo, cálido, cordial. Austeridad no significa adustez, insensibilidad, frialdad en el trato con los demás. La austeridad regula esa tendencia de todo hombre a tener más de lo necesario. La afectividad es una cualidad que todo hombre tiene que desarrollar en el marco de un equilibrio, y que le hacer ser más hombre.
¿Cómo demostró Cristo su afectividad? En los Evangelios se nos habla de su predilección por los niños, símbolo del candor y humildad, necesarios para entrar en el Reino. Con sus apóstoles fue afectuoso y el Evangelio no esconde que Jesús tuvo predilección con algunos: Pedro, Santiago y Juan. A pesar de la rudeza de aquellos pescadores, Jesús tuvo detalles de delicadeza y afectividad: cuando les vio cansados, los llevó a la otra orilla a pasar un fin de semana.
En la Última Cena los llama: "hijitos míos" y les deja el testamento del amor, como sello de su pertenencia. Les lava los pies.

Cuando les manda al apostolado se preocupa de que no les falte nada. Fue compañero de fatigas y sinsabores, de alegrías y sobresaltos de esos doce íntimos. Con ellos desarrolló una afectividad sana, equilibrada y orientada al bien. La afectividad unida a la amistad crea lazos irrompibles, estrechos y duraderos. Hoy diríamos: "Jesús tenía corazón". Esto es la afectividad.

Las lágrimas que Jesús derramó en varias ocasiones demuestran que Jesús no era una persona adusta o insensible, sino, al contrario, con una capacidad de afectividad fina. Le dolía que no le aceptaran como Mesías. Le dolía la suerte de su pueblo. Le dolía la injusticia, la explotación, el sufrimiento de su gente. Le dolía la ingratitud. Le dolía la terquedad de algunos.

CONCLUSIÓN
Hemos visto todo un mosaico de virtudes en Jesús. Virtudes en plena armonía, que forman la rica personalidad de Cristo, su mundo psicológico y afectivo. Estas virtudes las vivió Jesús de un modo sereno, límpido, natural, sin tensiones. Cristo representa el equilibrio, el ideal más puro de la Humanidad. A Él tenemos que mirar todos, por ser el Camino, la Verdad y el Modelo

A modo de conclusión, hagamos un breve resumen de cuanto se ha dicho: ¿Cómo era Jesús?
• 1. Ante su Padre: obediente, agradecido, atento, solícito, amoroso, delicado, respetuoso.
• 2. Ante los hombres: Demuestra un gran interés por el hombre, por cada hombre. Le ama con compasión, le habla con sencillez, le corrige con bondad y con exigencia amorosa para que se convierta; le urge la conversión del hombre. Quiere hacerle salir de su reducido mundo, abrirle horizontes, darle alas para que comprenda lo que es, lo que puede ser.
Desea hacerle superar lo inmediato para que vea lo profundo de su vida y de su actuación. Usa términos absolutos: nadie, todos, perderse, salvarse; no se queda en las ramas, va a las raíces (Mc 8, 35; Mc 9, 43-44). Utiliza las narraciones o parábolas para iluminar las actitudes que el hombre debe tener en su vida, para enseñarle cómo debe actuar para ser mejor: el sembrador y su cosecha (Mt 13), obrero y trabajo (Mt 20, 1-16), servidor y señor (Lc 12, 45-47), ladrón (Lc 12, 39), padre e hijo (Lc 15, 11-32), administrador y el rico (Lc 16, 1-8); rico y pobre (Lc 16, 19-31), negociantes y casas de préstamo (Lc 19, 12-23), invitados a la boda (Lc 14, 8-12), gobernantes y súbditos (Mt 20, 25). También usaba paradojas y enigmas para hacerle pensar al hombre, animarle a buscar. Emplea el género apocalíptico para recordar la inseguridad del hombre, el juicio al está sometido, la soberanía de Dios, su paciente espera, su justicia, la maldad del pecado, la necesidad de estar vigilante (Mt 24, 36; 24, 27-28; Mt 25). ¿Desde dónde enseña al hombre? Cualquier parte es púlpito: plazas, caminos, a orillas del lago, sinagoga, banquetes, templo, etc. ¿Cómo enseña? Con autoridad, con decisión, con paciencia y bondad.
• 3. Ante las cosas: amor y respeto por la naturaleza. Se ha fijado en todo: pájaros (Lc 9, 58; 12,6), los cuervos (Lc 12, 24), los lirios (Lc 12, 27), la hierba del campo (Lc 12, 28; Mt 6, 30), las vides y los sarmientos (Jn 15), las uvas y los espinos, los higos y los cardos (Mt 7, 16), los juncos y hierbas agitados por el viento (Lc 7, 24), las nubes en el cielo (Lc 12, 54), el viento (Jn 3, 80), la gallina (Lc 13, 34). Y todas las cosas las relaciona con el Padre, con el mundo espiritual. Todo es huella de Dios. Tiene en cuenta los hechos sociales, civiles y religiosos, cotidianos. Utiliza símbolos que transportan a una realidad profunda: sal, luz, candil, perfume, polilla, carcoma, viga, perla, roca, río, viento, casa, red, tesoro, grano de mostaza, grano de trigo, cizaña, etc. Todo le servía a predicar su mensaje divino. Jesús se da cuenta de las relaciones humanas, comerciales, políticas y religiosas, que se dan en la sociedad en que vive.
(Estimadas niñas pegar esta guía de estudio en su cuaderno).



ENFOQUE  CRISTOLÓGICO
  TEMAS
-Jesús, nuestro ejemplo de vida.

 -  Las virtudes en la enseñanza de Jesús. 
-La vida moral y la vida eterna

LOGRO E INDICADORES

3. IDENTIFICAR A CRISTO COMO EL FUNDAMENTO DE LA MORAL CRISTIANA.
3.1. Identifica las actitudes del maestro que han de ser observadas  por el discípulo.
3.2. Identifica la forma como Jesús plantea y resuelve  los dilemas morales, tanto en    el método como en el contenido de su enseñanza.  
3.3. Identifica los problemas humanos de orden ético, a los cuales responde Jesús y los problemas morales que Él hace  descubrir a sus oyentes. Realiza auto y coevaluación.



 PLAN DE MEJORA

Para recuperar este periodo la estudiante debe elaborar un friso sobre los problemas morales actuales y cómo afrontarlos desde el Evangelio. Debe sustentar mediante exposición.