Para abordar esté último tema: Tendremos que observar estos vídeos y esté texto; Ellos serán la materia prima de nuestra última evaluación del lunes 27 de Octubre, por eso, lo publico desde el 13 de Octubre. Una recomendación saca un breve resumen y las frases más impactantes. Gracias
EL PAPA FRANCISCO Y LA LIBERTAD
TIRANA, 21 Sep. 14 / 09:27 am .- En la universidad
católica Nuestra Señora del Buen Consejo, el Papa Francisco dirigió un discurso
a los líderes de otras religiones y de otras denominaciones cristianas de
Albania, a quienes recordó la importancia de la libertad religiosa y que cuando
se quiere expulsar a Dios de la sociedad se termina adorando ídolos y la
dignidad del hombre y sus derechos terminan siendo pisoteados.
A continuación el discurso
completo del Santo Padre:
Queridos amigos:
Me alegro mucho de este
encuentro con los responsables de las principales confesiones religiosas presentes en Albania. Mi saludo respetuoso a cada uno de ustedes y a las
comunidades que representan; y gracias de corazón a Mons. Massafra por sus
palabras de presentación e introducción. Es importante que estén aquí juntos:
es signo del diálogo que viven día a día, intentando establecer entre ustedes
relaciones fraternas y de colaboración por el bien de toda la sociedad.
Albania ha sido tristemente
testigo de la violencia y de las tragedias que se pueden producir si se excluye
a Dios a la fuerza de la vida personal y comunitaria. Cuando, en nombre
de una ideología, se quiere expulsar a Dios de la sociedad, se acaba por adorar
ídolos, y enseguida el hombre se pierde, su dignidad es pisoteada, sus derechos
violados. Ustedes saben bien a qué atrocidades puede conducir la privación de
la libertad de conciencia y de la libertad religiosa, y cómo esa herida deja a
la humanidad radicalmente empobrecida, privada de esperanza y de ideales.
Los cambios que se han
producido a partir de los años 90 del siglo pasado han tenido también como
efecto positivo la creación de las condiciones adecuadas para una efectiva
libertad religiosa. Esto ha hecho posible que las comunidades reaviven
tradiciones que nunca se habían apagado del todo, a pesar de las feroces
persecuciones, y ha permitido que todos, también desde sus propias convicciones
religiosas, puedan colaborar en la reconstrucción moral,
antes que económica, del país.
En realidad, como dijo San Juan Pablo
II en
su visita a Albania en 1993, «la libertad religiosa […] no es sólo un don
precioso del Señor para cuantos tienen la gracia de la fe: es un don para
todos, porque es la garantía fundamental para cualquier otra expresión de
libertad […]. La fe nos recuerda mejor que nadie que, si tenemos un único
creador, todos somos hermanos. La libertad religiosa es un baluarte contra
todos los totalitarismos y una aportación decisiva a la fraternidad humana»
(Mensaje a la Nación de Albania, 25 de abril de 1993).
Pero inmediatamente es
necesario añadir: «La verdadera libertad religiosa rehúye la tentación de la
intolerancia y del sectarismo, y promueve actitudes de respeto y diálogo
constructivo» (ibid.). No podemos dejar de reconocer que la intolerancia con
los que tienen convicciones religiosas diferentes es un enemigo particularmente
insidioso, que desgraciadamente hoy se está manifestando en diversas regiones
del mundo.
Como creyentes, hemos de
estar atentos a que la religión y la ética que vivimos con convicción y de la
que damos testimonio con pasión se exprese siempre en actitudes dignas del
misterio que pretende venerar, rechazando decididamente como no verdaderas, por
no ser dignas ni de Dios ni de los hombres, todas aquellas formas que
representan un uso distorsionado de la religión. La religión auténtica es
fuente de paz y no de violencia. Nadie puede usar el nombre de Dios para
cometer violencia. Matar en nombre de Dios es un gran sacrilegio. Discriminar
en nombre de Dios es inhumano.
Desde este punto de vista,
la libertad religiosa no es un derecho que garantiza únicamente el sistema
legislativo vigente –lo cual es también necesario–: es un espacio común, un
ambiente de respeto y colaboración que se construye con la participación de
todos, también de aquellos que no tienen ninguna convicción religiosa. Me
permito indicar dos actitudes que pueden ser especialmente útiles en la
promoción de la libertad religiosa.
La primera es ver en cada
hombre y mujer, también en los que no pertenecen a nuestra tradición religiosa,
no a rivales, y menos aún a enemigos, sino a hermanos y hermanas. Quien está
seguro de sus convicciones no tiene necesidad de imponerse, de forzar al otro:
sabe que la verdad tiene su propia fuerza de irradiación.
En el fondo, todos somos
peregrinos en esta tierra, y en este viaje, aspirando a la verdad y a la
eternidad, no vivimos, ni individualmente ni como grupos nacionales, culturales
o religiosos, como entidades autónomas y autosuficientes, sino que dependemos
unos de otros, estamos confiados los unos a los cuidados de los otros. Toda
tradición religiosa, desde dentro, debería lograr dar razón de la existencia
del otro.
La segunda actitud es el
compromiso en favor del bien común. Siempre que de la adhesión a una tradición
religiosa nace un servicio más convencido, más generoso, más desinteresado a
toda la sociedad, se produce un auténtico ejercicio y un desarrollo de la
libertad religiosa, que aparece así no sólo como un espacio de autonomía
legítimamente reivindicado, sino como una potencialidad que enriquece a la familia humana
con su ejercicio progresivo. Cuanto más se pone uno al servicio de los demás,
más libre es.
Miremos a nuestro
alrededor: cuántas necesidades tienen los pobres, cuánto les falta aún a
nuestras sociedades para encontrar caminos hacia una justicia social más
compartida, hacia un desarrollo económico inclusivo. El alma humana no puede
perder de vista el sentido profundo de las experiencias de la vida y necesita
recuperar la esperanza. En estos ámbitos, hombres y mujeres inspirados en los
valores de sus tradiciones religiosas pueden ofrecer una ayuda importante,
insustituible. Es un terreno especialmente fecundo para el diálogo
interreligioso.
Siempre está este fantasma
del relativismo. No se puede dialogar si no se parte de la propia identidad. No
puede existir el diálogo. Cada uno de nosotros tiene su propia identidad
religiosa. El Señor sabe cómo lleva la historia. Lo que tenemos en común es el
camino de la vida, la buena voluntad de la propia identidad de hacer el bien y
así como hermanos vamos juntos y cada uno de nosotros ofrece el testimonio
desde la propia identidad del otro. Después el diálogo puede ir más adelante,
eso es bello, pero lo más importante es mostrar la propia identidad, sin
enmascararla, sin hipocresía.
Queridos amigos, les animo
a mantener y a desarrollar la tradición de buenas relaciones entre las
comunidades religiosas presentes en Albania, y a sentirse unidos en el servicio
a su querida patria. Con un poco de sentido del humor, esto parece un poco un
equipo de fútbol, todos juntos por la patria. Sigan siendo signo, para su país
y para los demás países, de que son posibles las relaciones cordiales y de
fecunda colaboración entre hombres de diversas religiones. Y les pido un favor,
recen por mí que tengo mucha necesidad de eso. Dios los bendiga.
(Tomado de ACIPRENSA)