jueves, 21 de mayo de 2009

LA TENTACION DE LA VIOLENCIA

CONTEXTUALICEMONOS: a) Por un lado Jesús no parece discutir nunca el derecho de los gobernantes a mandar; por otro señala abiertamente que los que mandan oprimen con su poder a las naciones (Mc 10,42) y hasta señala abiertamente la relación de todo el que tiene poder político con el diablo cuando dice que éste da el poder a quien quiere (Lc 4, 6).
b) Por una parte concede sus favores al oficial regio que le pide la curación de su hijo en Cana y presenta como modélica la fe del centurión; y por otra se enfrenta clara y frontalmente con todos los grupos poderosos; califica de «zorro» a Herodes (Lc 13, 32); coloca entre los pecadores a quienes colaboran con el poder político (Mt 9, 10); dice a Pilato que no tiene sobre él más poder que el que Dios le ha concedido.
c) Afirma por una parte que su Reino no es de este mundo (Jn 18, 36); y por otro que ese Reino está ya dentro de nosotros (Lc 17, 21) y centra toda su predicación en la idea de que ese Reino está llegando y que vendrá a este mundo.
d) Se opone a los planteamientos nacionalistas de sus conciuda­danos; pero él mismo reduce su predicación a los límites de Israel y hace como a regañadientes los milagros cuando se los piden los extranjeros porque no ha sido enviado más que a las ovejas pérdidas en Israel (Mt 15, 23).
e) Acepta, aunque sólo sea para no escandalizar, el pagar el tributo destinado al templo y hace para ello un milagro haciendo a Pedro que saque una moneda de la boca del pez (Mt 17, 24-27); y, por otro lado, se opone radicalmente a todo el comercio montado en torno al templo (Jn 2, 13-16).
f) Se niega a intervenir cuando le piden que medie en un asunto de herencias (Lc 12, 13-15) como si el problema de los bienes materia­les no le interesase; y, al contrario, centra el tema del juicio en la ayuda al prójimo en cuestiones netamente materiales: darle de comer, de beber, albergarle, vestirle (Mt 10, 32).
g) Se diría que no sufre ante el destino de su pueblo por su fría respuesta en el caso de los galileos asesinados (Lc 13, 1-3); y llora en cambio ante la visión de su ciudad que será destruida por invasores políticos.
Los judíos de Palestina esperaban un Mesías y rezaban por su venida. Y la clase de persona que esperaban que fuera podemos deducirlo de las plegarias que solían recitar en la sinagoga: los salmos de Salomón y las Dieciocho Bendiciones.
El Mesías habría de ser un rey, un descendiente de David, ungido por el mismo Dios. Sería un poderoso gobernante que «acabaría con los gobernantes injustos», «los despedazaría... con una vara de hierro» y «destruiría las naciones impías con la palabra de su boca». Emplearía su vara de hierro para infundir en todos los hombres el «temor del Señor» y obligar a todos ellos a realizar «las obras de la justicia».
El judaísmo palestiniano, en general, esperaba a un rey humano que habría de ejercer un poder político y militar para restaurar el reino de Israel.
Teniendo esto en cuenta, y teniendo en cuenta además la clase de reino que Jesús predicó, no debería sorprendernos descubrir que en ninguna ocasión y bajo ninguna circunstancia Jesús pretendiera, directa o indirectamente, ser el Mesías. Esto lo admiten hoy todos los expertos en Nuevo Testamento, incluso los más conservadores.
Hay algunos pasajes evangélicos en los que aparece Jesús refiriéndose a sí mismo como el Mesías, pero, evidentemente, son palabras de los evangelistas, que estaban todos ellos convencidos de que Jesús era el Mesías. Pero uno de los indicios más Firmes de la exactitud histórica de los evangelios es su común resistencia a la tentación de afirmar que Jesús pretendiera realmente ser el Mesías, así como el hecho de que recuerden que el propio Jesús prohibió a la gente que le proclamaran Mesías.
Este fue el origen del llamado Secreto Mesiánico. Tal vez pueda afirmarse que Jesús quiso únicamente ser reservado y trató de eludir todo lo referente a su mesianismo, pero, más en el fondo, lo que parece es que lo consideró como una tentación de Satanás que debía ser rechazada.
Hubo dos incidentes durante aquel período de clandestinidad y ocultamiento que parecerían haber constituido, originariamente, sendas tentaciones de aceptar el trono de Israel. La primera provino de unos cuatro o cinco mil hombres; la segunda, de Pedro.
Parece ser que unos cuatro o cinco hombres sin contar las mujeres y los niños fueron desde Galilea hasta las remotas y desérticas colinas cercanas a Betsaida, con objeto de ver a Jesús y a sus discípulos. ¿Por qué acudieron allá? Y ¿por qué sólo hombres? ¿Quién organizó tan masiva afluencia? ¿Cómo se las arreglaron para reunir a tanta gente?.
No puede haber la menor duda de que la concentración tuvo lugar. Todos los evangelios y todas las fuentes y tradiciones lo recogen. Sin embargo, su interés por el incidente se debió a la posterior significación del milagro de los panes y los peces.
Marcos nos dice que Jesús sintió compasión de aquellos millares de hombros porque eran «como ovejas sin pastor. Podemos suponer que les hablaría acerca de la clase de reino que Dios quería para los hombres. Ya hemos visto cómo les enseñó a compartir el alimento que poseían. No sabemos quién organizó la concentración.
No es probable que fueran los Zelotes, los cuales no se atrevían por entonces a asomar la cabeza y se hallaban temporalmente sin un auténtico líder (como ovejas sin pastor).
Pero, en primer lugar, el liderazgo Zelote, al igual que el Macabeo de tiempos pasados, era dinástico, es decir, se transmitía de padres a hijos. Y además, como ya hemos visto, los Zelotes nunca podrían haber estado de acuerdo con las actitudes y las convicciones de Jesús.
Jesús no dejaba de comprender aquellas aspiraciones, aquellos deseos de liberación y aquella necesidad de un «pastor». Pero trató de persuadirles de que los caminos de Dios no eran los caminos del hombre, y que el reino de Dios no habría de ser como los reinos humanos.
Pero su enseñanza y el milagro de la multiplicación no hicieron sino convencerles aún más de que él era el Mesías, rey escogido por Dios. Y antes de que las cosas pudieran írsele de las manos, obligó a sus discípulos a marcharse en la barca y despidió a la multitud. Después sintió la necesidad de quedarse a solas para reflexionar y orar.
La segunda tentación provino de Pedro y tuvo lugar cerca de Cesárea de Filipo. Por lo general, la gente había visto en Jesús a un profeta semejante a Juan el Bautista, Elias, Jeremías o cualquier otro profeta (Mc 8, 28,.). Pero ahora Pedro, en nombre de los demás discípulos, afirma que considera a Jesús el Mesías (Mc 8, 29,.). Jesús le replica con la orden estricta de no decir nada de eso a nadie (Mc 8, 30,) y comienza después a enseñarles cómo el destino que le aguarda es el de ser rechazado (Mc 8, 31,). Pedro toma aparte a Jesús para reprenderle, pero, a su vez, Jesús reprende a Pedro diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Mc 8, 32-33, ).
Debió de ser una disputa muy seria. Pedro estaba enojado con Jesús por hablar de rechazo y de fracaso precisamente cuando tenía al alcance de la mano la oportunidad de tomar el poder y convertirse en Mesías. Jesús, por su parte, estaba enojado con Pedro por desempeñar el papel de Satanás, el tentador, y por pensar como suelen hacerlo los hombres: en términos de poder y de fuerza.
Es indudable que nos hallamos ante un hecho histórico. Ni Marcos, ni cualquier otro de los primeros cristianos, se habrían atrevido a inventar tan vehemente disputa entre Jesús y Pedro, y con un lenguaje tan enérgico. Los evangelistas, que creían que Jesús era el Mesías, se interesan por el episodio principalmente a causa de la 'confesión' de Pedro de que Jesús era el Mesías. Y se entiende que la discusión tuvo lugar únicamente con respecto al futuro rechazo y a los futuros padecimientos de Jesús. Lo que, en principio, fue una 'tentación' se convirtió, para los primeros cristianos, en una 'profesión de fe'.
En principio, Jesús, fue pacifista, No existen pruebas de que Jesús pensara que la fuerza y la violencia no deberían ser empleadas jamás, por ninguna razón y en ninguna circunstancia. De hecho, él mismo hizo uso de la fuerza (aunque probablemente sin derramamiento de sangre) para expulsar a los mercaderes del templo. Obligó a sus discípulos a alejarse de la concentración que hemos visto un poco mas arriba.
Les aconsejó que llevaran espadas para defenderse. En aquellas circunstancias no les dijo que debían presentar la otra mejilla. Los mandamientos de ofrecer la otra mejilla y no resistir al mal suelen citarse fuera de su contexto. En su verdadero contexto, son una forma de contradecir el principio del «ojo por ojo y diente por diente» (Mt 5, 38-39).
Jesús era un hombre práctico y realista. Una guerra con Roma sólo podía desembocar en una gigantesca matanza del pueblo. De hecho, era ésta la catástrofe que Jesús temía y que pensaba que únicamente podía ser evitada mediante una general transformación del corazón (Lc 13, 1-5).
En tal caso, el ser Mesías por parte de Jesús, no habría constituido un título de honor, prestigio y poder, sino una forma de servicio, y los Gentiles habrían sido introducidos en el reino no por el poder de las armas, sino por la fuerza de la fe y la compasión.

ACTIVIDAD:
Realizar 10 preguntas Lógicas con 10 respuestas lógicas. En el cuaderno.
Bibliografia. Historia y cultura de las religiones. Anaya.

miércoles, 13 de mayo de 2009

RITOS Y FIESTAS JUDIAS

1 . RITOS Y FIESTASPara los judíos, toda la vida es un continuo acto de adoración divina. “Tener a Dios siempre delante de mí” (Sal. 16,8). Este verso que está inscrito en el frontis de muchas sinagogas, muestra muy bien la piedad judía.
1.1 Rezos y servicios religiosos
Por tradición, los judíos rezan tres veces al día: por la mañana (shaharit), por la tarde (minjá) y al anochecer (maariv). Se cree que estos tres momentos de oración corresponden a los tiempos en que los sacrificios se ofrecían en el templo de Jerusalén. Tanto así, como de otras maneras, el judaísmo rabínico aún conserva la estructura del ya abandonado culto en el templo. Las congregaciones mínimas (minyán) para rezar están formadas por grupos de diez hombres.
El único elemento que se requiere para todos los servicios religiosos judíos es el de una serie de bendiciones llamadas Tefillá (rezo); también recibe el nombre de Amidá, o rezo de pie, porque se recita en esa posición, y el Shemoné Esré, que recibe este nombre porque originalmente estaba compuesto por dieciocho bendiciones. Hoy en día, los rezos que se realizan durante los días de semana se componen de diecinueve bendiciones, dentro de las que se incluyen trece peticiones por el bienestar y por la restauración mesiánica. Durante cada shabat y en las distintas festividades, estas peticiones se reemplazan por rezos especiales que corresponden a esas fiestas. La segunda oración en importancia es el Shemá que se reza por la mañana y al atardecer. Todos los servicios religiosos concluyen con dos rezos mesiánicos: el primero se llama Alenu; el segundo es una doxología aramea llamada Kadish. Como señal de devoción a Dios, durante los rezos matinales de los días ordinarios de la semana, los judíos adultos observantes llevan un chal de oración con flecos llamado talit (los flecos se llaman tsitsit) y unas filacterias (cajas de oración llamadas tefilín). Ambas costumbres provienen de ciertos pasajes de las escrituras que se recitan y que corresponden a la Shemá. Como tercera costumbre, ponen una mezuzá (caja de rezo) en la entrada de la casa, como una manera de recordar que Dios está en todas partes. Como señal de respeto hacia Dios, se cubren la cabeza para rezar, ya sea con un sombrero o con un casquete (kipá; en yidish, yarmulke). Los judíos más piadosos siempre llevan la cabeza cubierta, aceptando así la constante presencia de Dios.
1.2 Torá
Para el judaísmo rabínico, el estudio de la Torá, que es la voluntad revelada de Dios, también es considerado como un acto de adoración. Todos los días durante los servicios religiosos de las mañanas, se recitan pasajes de las Escrituras, la Mishná y el Talmud. Los lunes y los jueves por la mañana, se saca de un arca, que está en la parte frontal de la sinagoga, un rollo que contiene la Torá, escrito a mano.
Luego se procede a su lectura cantada frente a la congregación de los fieles. La lectura litúrgica de la Torá más importante es la que se realiza durante el shabat y en las mañanas de otras festividades. A lo largo del año, durante los sábados, se terminará leyendo toda la Torá. El ciclo anual comienza nuevamente cada otoño, con una celebración llamada Simjat Torá (‘regocijaos con la ley’), que concluye al final de la fiesta del Sukot. La lectura que se realiza de la Torá durante las fiestas versa sobre distintos temas y observancias, dependiendo del día que se realice.
La lectura de la Torá durante los sábados y las fiestas es acompañada de la lectura de escritos de los profetas relacionados con los mismos temas (Haftará, que significa conclusión). Por eso, la lectura en público de las Escrituras es una parte fundamental del culto religioso en la sinagoga. De hecho, en un principio, esta parece haber sido la función más importante de la sinagoga como institución religiosa.
1.3 Bendiciones
Además de las oraciones a lo largo del día, los judíos recitan numerosas bendiciones, siempre antes de algunos actos importantes y antes de disfrutar de las bondades de la naturaleza. Para los judíos, la tierra pertenece a Dios. Los seres humanos simplemente son agricultores o jardineros arrendatarios de esta tierra. Por lo tanto, los arrendatarios no deben olvidar que parte de los frutos le corresponden al dueño.
1.4 Leyes sobre la alimentación
Las leyes relacionadas con la alimentación de los judíos están también vinculadas al culto del Templo. Hacen una analogía entre la mesa de la casa de cada persona y la mesa del Señor. Los judíos no comen la carne de ciertos animales considerados impuros (Dt. 14,3-21). Dentro de esta categoría están los cerdos y los peces que no tienen aletas o escamas. Los animales comestibles, aquellos con pezuñas hendidas y rumiantes, deben ser sacrificados de forma apropiada (kasher), y se les debe sacar toda la sangre antes de ser ingeridos. No se puede tomar simultáneamente carne y leche.
1.5 El shabat
El calendario litúrgico judío sigue manteniendo la misma división del tiempo que se hace en la Torá, y que se observaba en el culto del templo. Cada siete días se celebra el shabat, día en el que no se realiza ningún trabajo. Este es un acto simbólico de abstención, por el que los judíos devuelven el mundo a su dueño, es decir, a Dios, reconociendo que todo lo que el hombre consigue con su trabajo es solo producto de la bondad divina. Durante el shabat, lo único que se hace es rezar, estudiar, descansar y estar en compañía de la familia. Durante ese día y durante las fiestas, se recita en las sinagogas un servicio religioso adicional, el musaf, que se corresponde con el sacrificio que se ofrecía en el Templo en dichas ocasiones.
1.6 Las fiestasDentro del año judío existen cinco grandes fiestas y dos de menor importancia. En un principio, tres de las mayores tenían su origen en la agricultura y se relacionaban directamente con las estaciones del año en Israel. La fiesta de la primavera o Pésaj (Pascua), marcaba el inicio de la cosecha de la cebada, y cincuenta días más tarde, el Shavuot (‘semanas’ o Pentecostés) marcaba su término. Durante el Sukot (‘tabernáculo’) se celebra la cosecha de otoño, fiesta que va precedida por un periodo de diez días de purificación de toda la comunidad. Desde épocas muy antiguas, se han asociado estas fiestas con acontecimientos importantes de la historia de Israel. La Pascua conmemora el éxodo desde Egipto. Shavuot se relaciona con el momento en que Dios, en el monte Sinaí, entregó la Torá al pueblo de Israel. Esta fiesta está marcada por la solemne lectura de los Diez Mandamientos en la sinagoga.
Sukot aún es observado como una fiesta de la cosecha; se instalan cabañas en los campos (o en las casas) y los judíos comen en ellas durante los siete días que dura la fiesta; esta práctica simboliza las tiendas en las que los israelitas moraron durante su viaje a la Tierra Prometida. El periodo de los diez días de penitencia que preceden a Sukot se inicia con la celebración del año nuevo, el Rosh Hashaná, y termina con el Yom Kipur, el Día de la Expiación. De acuerdo con la tradición, el mundo es juzgado cada año nuevo y el fallo se da por cerrado el Día de la Expiación. El día de año nuevo se hace sonar un cuerno de carnero (shofar) para invitar a la gente al arrepentimiento. El Día de la Expiación es el día más sagrado dentro del calendario judío, y transcurre en medio de ayunos, rezos y confesión de las culpas. Su liturgia comienza con la entonación del Kol Nidré, incluyendo, además, un recuerdo a los ritos que se realizaban en el Templo (avodá).
El origen de las dos fiestas menores, Januká y Purim, es más tardío que el de las cinco fiestas del Pentateuco antes mencionadas. La Januká (‘consagración’) conmemora el triunfo de los Macabeos sobre el rey sirio Antíoco IV Epífanes en el 165 a.C. y la consiguiente construcción del segundo templo. La fiesta de Purim (‘porciones’, ‘suertes’) recuerda la historia de la salvación de los judíos persas por Ester y por Mardoqueo (véase Ester). Se celebra un mes antes de Pascua y se caracteriza porque en la sinagoga se lee el festivo rollo de Ester (meguilá). El año litúrgico termina con cuatro días de ayuno en memoria del asedio y la posterior destrucción de los dos templos, en los años 586 a.C. y 70 d.C. De estos, el más importante es el de Tishá be Av (noveno día del mes Av), día en el que los dos templos fueron destruidos.

1.7 Ocasiones especiales
La comunidad judía también mantiene la observancia de los acontecimientos más significativos dentro del ciclo de la vida. A los ocho días de haber nacido, los niños varones son iniciados públicamente en la asamblea de Abraham por medio de la circuncisión (berit milá). Los niños llegan a la madurez legal a los 13 años de edad, cuando asumen la responsabilidad de mantener la observancia de los mandamientos (Bar Mitsvá) y son llamados por primera vez para que lean la Torá en la sinagoga. Las niñas alcanzan la madurez a los 12 años y, en las sinagogas modernas liberales, también leen la Torá (Bat Mitsvá). Durante el siglo XIX, el movimiento modernista reformado instituyó la práctica de la confirmación para los jóvenes, hombres y mujeres. La ceremonia se realiza durante Shavuot, e implica la aceptación de la fe revelada en el Sinaí. El siguiente hito de importancia en la vida de los judíos es el matrimonio (kidushín, ‘santificación’). Incluso en los momentos de mayor alegría en sus vidas, los judíos recuerdan los sufrimientos de su pueblo. Por eso, dentro de las siete bendiciones del matrimonio se incluyen rezos de peticiones por la reconstrucción de Jerusalén y por el regreso de los judíos a Sión. Durante los entierros judíos, la petición por la resurrección del muerto está incluida dentro de un rezo en el que se pide por la redención de todo el pueblo judío. Los hombres judíos más piadosos son enterrados con su talit.

BIBLIOGRAFIA: Historia y Cultura de las Religiones. ANAYA. 2008